Buen jefe, mal jefe - Reseña crítica - Robert I. Sutton
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Buen jefe, mal jefe - reseña crítica

Buen jefe, mal jefe Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Gestión de personas y liderazgo

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Good Boss, Bad Boss: How to Be the Best... and Learn from the Worst

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9788493869304

Editorial: Conecta

Reseña crítica

¿Te consideras un buen jefe? Robert Sutton contrasta el papel del buen y del mal jefe, no solo a nivel empresarial sino también con el precio que pagan los empleados. ¿Quieres ser un buen líder? Mira los consejos y trucos que tiene el autor para ti.

Preparar el terreno

Los jefes son importantes. Esto es así porque la mayoría de los empleados tienen jefe, son jefes o desempeñan ambos papeles. Existen en más de cincuenta profesiones. Son grandes directivos, altos mandos militares, capitanes de barcos, jefes de cocina y hasta directores de funerarias.

Para Robert Sutton, autor de esta obra, los jefes pueden ser tan influyentes que son capaces de sacar del barro hasta el proyecto más deficiente o, por el contrario, destruir el más increíble de todos.

Hay diferentes tipos de jefes. Algunos presionan a sus empleados y los supervisan todo el día esperando resultados mágicos. Otros aparecen un día y luego desaparecen durante semanas. Hay buenos, malos, malvados, proactivos y flojos. Cada uno genera un impacto, negativo o positivo, en sus empleados.

Los jefes son importantes y no solo para lograr un objetivo, sino porque tener uno bueno o uno malo puede ser la diferencia entre contar con empleados sanos o enfermos de estrés, con depresión o pasibles de infartos.

Según una investigación sueca que siguió la vida de 3.122 hombres, aquellos que tenían mejores jefes (considerados y claros en objetivos) padecían menos ataques al corazón. Es que los jefes suponen una gran fuerza de influencia sobre sus subordinados.

La relevancia del papel de jefe es tal que la mayoría de las personas que renuncian a sus empleos u organizaciones lo hacen porque huyen de sus jefes. Está más que clara la importancia del papel del líder en las organizaciones, empresas y situaciones comunes, pero ¿hay una manera de ser mejor jefe?

Los jefes espabilados

Si quieres ser un jefe espabilado, que pasa el día buscando el equilibrio justo entre intervenir poco y demasiado para sacar lo mejor de su gente, entonces puedes seguir los siguientes consejos que te da el autor:

  • La tenacidad te llevará a la meta: los mejores jefes piensan y actúan como si estuvieran corriendo un maratón, y no un sprint. Debes tener una visión a largo plazo, y no pensar en victorias dramáticas a corto plazo. Los jefes inspiran tenacidad en su empleados. Son obstinados y pacientes, se obligan a sí mismos a avanzar en todo momento.
  • No aplastes al pájaro: no está mal tener algo de autoridad cuando es necesario obtener resultados, pero ser exageradamente autoritario puede resultar contraproducente. Lo ideal es ser efectivo, hay momentos para ser autoritario y otros para dejar al equipo en paz.
  • Las pequeñas victorias son el camino: tener objetivos a largo plazo y trabajar persistentemente para conseguirlos todos los días es una singularidad de los jefes tenaces. Las grandes metas marcan la dirección y aportan energía a la gente. El camino al éxito está marcado por pequeñas victorias, incluso los triunfos grandes dependen de una serie de pasos modestos.
  • Cuidado con el tándem tóxico: un jefe debe estar en constante cuidado respecto de la forma en que actúa y las cosas que dice, incluso poner apodos, el tono de voz y la manera en la que sonríe, pueden indicar cosas a sus empleados, no siempre buenas.
  • Cubrir las espaldas: un buen jefe es aquel capaz de asumir la culpa para cubrir las espaldas de sus empleados, incluso si eso significa sufrir las consecuencias personalmente.

Valora las pequeñas victorias que te llevarán al éxito, protege a las personas a tu cargo, sé tenaz cuando haga falta, pero no presiones a tus empleados, corrige tus actitudes tóxicas y sé persistente. Haciendo esto tendrás el perfil de un buen líder.

Cómo actúan los mejores jefes

Si quieres ser un jefe ético, uno bueno, debes convencer a tus subordinados de que tus palabras y actos tienen importancia. Si no reconocen tu liderazgo, será imposible desarrollar tu trabajo, y tu vida será un infierno.

Ser jefe es un papel de vida, no se puede cambiar, sin embargo, se puede lidiar con ello y mejorar cada día. A continuación, verás cómo actúan los jefes de mayor éxito, patrones que puedes adquirir y poner en práctica:

  • Alimentar la ilusión y la realidad de tener el control: los mejores jefes saben que no pueden hacer nada contra la idealización del liderazgo, pero que sí pueden sacarle provecho. Adoptan medidas para potenciar la ilusión de que tienen el control. “La primera idea del líder es definir la realidad”. Al potenciar la ilusión de que tienen el control, los jefes aumentan su dominio sobre lo que hacen sus subordinados, sus sentimientos y los elogios que reciben por parte de otros.
  • Actúa como si tuvieras el control, aunque no lo tengas: en la vida no siempre se tiene el control, lo que hace difícil la toma de decisiones. En un caso así, lo mejor es actuar como si se lo tuviera. Una característica fundamental de un buen jefe es su confianza en sí mismo, en que tomó la decisión correcta, y en caso de que no, en su habilidad para resolver los problemas futuros.
  • No titubear: la indecisión es una particularidad de los malos jefes. Los mejores se dan cuenta de que tomar decisiones tajantes potencia su control. Es necesario ser firme.
  • Recibir y ofrecer reconocimiento: un momento maravilloso de ser jefe es cuando tu equipo realiza un buen trabajo, no solo porque recibes reconocimiento, sino porque es la oportunidad perfecta para darles a tus subordinados el que ellos se merecen. Muchos malos jefes tienden a robarse todo el crédito de su equipo; esto no solo genera un desánimo en los empleados, sino que te catapulta a la posición del mayor egoísta del lugar. Recibe y brinda reconocimiento cuando sea debido.
  • Cúlpate a ti mismo: estar en una posición de poder te permite señalar a otros cuando algo anda mal; esta es la típica actitud de un mal jefe. Si quieres mantener el dominio y la ilusión e incluso aumentar la motivación de tu equipo, cuando algo salga mal, es necesario asumir la culpa (incluso si el fallo está en un departamento o persona específica del equipo).

Trucos para tomar las riendas

Aprende a ejercer la autoridad en su justa medida, evita convertirte en un “estúpido autoritario”. Sutton ofrece algunos trucos para tomar las riendas de tu grupo, organización o cualquier espacio donde seas el líder:

  1. Habla más que los demás, pero no en todo momento: las personas que suelen hablar primero y luego monopolizar la conversación son llamados jefes. Puedes practicar esto, pero tampoco hables continuamente, ya que tus empleados creerán que estás abarcando la atención, que eres un bravucón o sencillamente una persona aburrida.
  2. Interrumpe a tus empleados de vez en cuando, pero no dejes que te interrumpan demasiado: a esto se le conoce como guerra de interrupciones. Los líderes deben intervenir ocasionalmente en el parloteo de sus empleados, y evitar que estos intenten hacer lo mismo constantemente con él.
  3. Cruza los brazos cuando hables: cruzar los brazos puede resultar un mensaje de ser intransitable, pero también de tenacidad y confianza. Es bueno usarlo en su justa medida para retomar la autoridad.
  4. Sé positivo en tus consideraciones: debes animarte a ti mismo; el diálogo interno brinda autoestima y un mayor rendimiento.
  5. Muestra un pequeño atisbo de ira: para mostrar autoridad, a veces es necesario expresar molestia, no exagerada pero sí lo suficiente para que cale en la cabeza de los empleados.
  6. Si no sabes si debes estar sentado o levantado, haz lo segundo: en el ambiente laboral, sobre todo en las juntas, una manera de elevar la autoridad es pasar de estar sentado a levantado. No solo se verá con mayor atención sobre el asunto tratado, sino que simbólicamente se elevará sobre los demás.
  7. Pregúntales a tus empleados qué necesitan para triunfar: el truco está en dárselo; es algo obvio, pero sorprendentemente inusual, lo que te hace ver como un jefe diferente y con poder.
  8. Habla a tu equipo de tus defectos: describe tus preferencias, qué te molesta y qué aspecto de ti no es fácil de comprender. Aunque esto parece que te pondrá en una situación incómoda, genera un efecto contrario en la mente de los trabajadores.
  9. Delega cierto poder, pero asegúrate de que sepan que fue tu decisión: una manera de demostrar que eres poderoso y benevolente es aceptar, incluso negociar, cierta posición y delegarla en otros. Por supuesto, para que tenga un impacto en el equipo de trabajo, todos deben saber que fuiste tú quien la otorgó.

Intentar ser el mejor

Los mejores jefes viven al límite del exceso de seguridad en sí mismos, pero con una dosis saludable de duda y humildad que los salva de convertirse en personas arrogantes y testarudas. Los jefes que no consiguen este equilibrio son incompetentes y peligrosos de seguir, y resultan absolutamente degradantes.

Si quieres ser el mejor, debes actuar con sabiduría:

  • Los jefes sabios confían en sí mismos y actúan basándose en sus conocimientos, pero tienen la humildad de dudar de ellos.
  • Sus declaraciones (a menudo entre bastidores) revelan incertidumbre y confusión.
  • Los jefes sabios formulan preguntas y escuchan con atención.
  • Este tipo de jefes ofrecen ayuda, la piden y la aceptan cuando se la brindan.
  • Un jefe sabio cuestiona y a menudo revisa los procedimientos, y tiene opiniones sólidas que apenas defiende.

Para llegar a ser jefe sabio es necesario internalizar y poner en práctica lo siguiente:

  • Un buen jefe debe brindar seguridad, levantarse del fracaso y aprender con cada experiencia vivida. Seguridad también significa que tú, como jefe, debes acabar “impulsando a los demás a realizar cosas que no les gustan”.
  • Perdonar y recordar es parte de la sabiduría. Un jefe debe perdonarse a sí mismo, a sus subordinados y superiores (en caso de tenerlos), pero al mismo tiempo necesita recordar los errores o los golpes que recibió de otros para jamás volver a tropezarse con la misma piedra.
  • Un buen jefe promueve un ambiente laboral distendido y lleno de creatividad.
  • La sabiduría ayuda a los jefes a evitar caer en suposiciones equivocadas. Los jefes sabios son conscientes de su tendencia a la “falacia del centralismo”, como lo llamaba el sociólogo Ron Westrum: es la idea errónea de que, puesto que se halla en una posición clave, si sucede algo importante, lo sabrá. La mayoría de los jefes están muy ocupados como para enterarse de todo. Es necesario que el líder no haga suposiciones y que investigue para enterarse de la realidad.
  • Un buen jefe, uno sabio, discute como si tuviera razón, pero escucha como si estuviera equivocado.

La solución está en tus manos

Para ser un buen jefe hay que pensar y actuar como si todo estuviera en nuestras manos, incluso cuando nos toca lidiar con nuestro talón de Aquiles. Tu éxito depende de que tus subordinados o empleados se fijen en ti. Esto puede chocar con el consejo de numerosos expertos y gurús.

Pero, al final, es la forma en la que brindas un ambiente de desarrollo y crecimiento a tus empleados lo que vale para ser exitoso. Si tus empleados quieren trabajar para su jefe, entonces elegirán con entusiasmo hacerlo cuantas veces sea necesario.

¿Qué opinan tus subordinados de ti como jefe? ¿Dirían que viven en el limbo o que son conscientes de cómo es trabajar contigo? ¿Lo que opinan de ti es bueno o malo? ¿Estás haciendo tu papel de forma correcta? Si no es así, ¡es momento de cambiar!

Notas finales

La diferencia entre un buen jefe y un mal jefe es el éxito de su trabajo, la felicidad de sus empleados y su bienestar mental. Un buen jefe, uno que motiva a sus empleados y que los presiona solo lo suficiente, trabaja con perseverancia para lograr los objetivos a largo plazo, disfrutando las pequeñas victorias.

Un líder sabio no solo recibe los elogios que merece, también otorga a su equipo el crédito que se han ganado. Ser jefe es una elección de vida donde se está caminando constantemente en los límites de ser un benevolente y un cretino, y la batalla se gana cuando se pertenece al primer grupo.

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